DV: ¿En qué momento la identidad se vuelve un tema importante para ti?
AMEZ: Creo que es una pregunta que siempre estuvo latente, porque siempre trabajé mucho a partir de la noción de lo cotidiano y me parece que está fuertemente vinculada con la idea de identidad y quizás es por ello que al irme a vivir a Barcelona es que esta pregunta se radicalizó, ya que mi espacio y mi entorno cambió y una busca maneras de sentirse a gusto donde está, pero como migrante generar algún tipo de zona de confort, es un camino muy largo y complejo, sobretodo cuando no cuentas con apoyo de becas ni tienes nacionalidad europea (en este caso) que te pueda permitir acceder a trabajos en que puedas sentirte en igualdad de condiciones que las personas que son originarias del nuevo territorio que habitas. Por otra parte, la distancia hace que una se pregunte muchas cosas respecto al lugar del cual procede. Yo diría que en mi caso no eran preguntas nuevas. Pero por ejemplo, yo nunca me sentí “chilena”, porque no me identificaba con las cuestiones que estereotípicamente definen el ser chilenx, siempre fui muy crítica con el país en el que nací y nunca lo sentí como mío (lo que tampoco quiere decir que me fui odiando Chile ni mucho menos). No obstante, estando en España empecé a sentir una identidad latinoamericana que habitaba en mi y esto fue muy curioso y bonito al mismo tiempo, sobretodo porque creo que en Chile se crea una falsa idea de que somos el país menos Latinoamericano, porque nos auto percibimos como personas mucho más frías de lo que realmente somos y porque Latinoamérica significa subdesarrollo, cuando en realidad para mi ser latina es ser más afectuosa y aguerrida, precisamente porque todo allá te cuesta mucho y los privilegios sólo son para unas pocas personas.
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