(Reflexiones para el Día Mundial de la Escucha)
Normalmente, en nuestra vida cotidiana no solemos hacer demasiadas distinciones entre ciertos términos que en primera instancia nos parecen que significan lo mismo y entonces los utilizamos en cualquier contexto sin preguntarnos demasiado por su sentido. Pero al profundizar un poco más y dependiendo de la situación o de la frase en que los apliquemos, empezamos a cuestionarnos un poco más sobre el uso que damos al lenguaje.
Esto es en parte, lo que debe sucederle a la mayoría de las personas con el término oír versus el término escuchar. Y es que basta detenernos un poco en el real significado de estas palabras para darnos cuenta de que definitivamente no son lo mismo.
Dentro de las principales y grandes diferencias entre el acto de oír y el de escuchar, estaría el hecho de la predisposición que implica el segundo en relación al primero, puesto que, considerando que la audición es un sentido que está siempre activo (ya que no podemos dejar de percibir las ondas sonoras de nuestro entorno) estamos siempre oyendo los sonidos, sin embargo no siempre los escuchamos, pues muchas de estas sonoridades llegan a nosotros constantemente sin que nosotros hayamos decidido que deseamos escucharlas, por lo tanto oír no es un acto voluntario, sino que es más bien algo que sucede. En cambio, escuchar si requiere de la voluntad de quien escucha y por lo tanto estar predispuesto a recibir esta información que llamamos sonido, que puede ser desde una música, la voz de alguien o el ruido producido por algún objeto o evento con el que me encuentre involucrado.
Podríamos decir entonces que constantemente oímos, mas no siempre escuchamos y que el acto de oír se vuelve más cotidiano, siendo entonces la escucha algo diferente a lo habitual y en donde se podría asistir a situaciones más perturbadoras, que alteren mi medio ambiente sonoro, pues puedo oír el sonido del reloj o de una gotera, mientras trabajo en mi escritorio e incluso me puede incomodar, pero no es hasta que el sonido logra apoderarse de mi atención sonora que realmente me perturba y me saca de mi foco, logrando incluso el que uno busque apagar ese sonido. En este sentido la voluntad de la que hablaba anteriormente estaría también presente, pero de una manera distinta, pues la regularidad, intensidad o timbre de ese sonido, dependiendo del contexto en que lo esté captando, forzaría un tanto mi atención hacia él, pero entonces la diferencia estaría en quienes seguimos absorbiendo ese sonido (al tiempo que nos dejamos absorber por él) y por tanto nos volvemos realmente escuchas, en comparación a quienes o son capaces de resistirse a él y continuar enfocados en lo que se encontraban haciendo o bien resolvieron quitarle la pila al reloj o apretar la llave del agua que goteaba.
Ahora bien, cuando se hacen estas distinciones suele parecer que una estuviese queriendo validar un concepto por sobre el otro, en este caso podría parecerle al lector que quiero plantear que escuchar “es mejor” que oír, pero la verdad es que más allá de establecer jerarquías sobre nuestras formas de relacionarnos con el entorno sonoro, me interesa que podamos reflexionar respecto a ellas y en ese sentido ser honestos con las posibilidades reales de oír y de escuchar que tenemos, ya que la idealización de la escucha a mi juicio, no contribuye en nada a una conciencia auditiva.
Me gustaría entonces señalar que si realmente nos dedicáramos a escuchar TODO nuestro entorno, no podríamos hacer NADA, simplemente nos ahogaríamos entre tanta sonoridad y anularíamos toda noción de espacio temporalidad y es por ello que oír se vuelve también un acto importante y necesario, porque es preciso que existan momentos en que nuestra relación con el sonido sea más distraída y relajada, puesto que escuchar no es la única cosa que hacemos en la vida (supongo) Por esto mismo escuchar es más bien un ejercicio, implica una decisión y una determinación respecto a la fuente sonora que elijo percibir.
Desde aquí es que pensar en un Día Mundial de la Escucha tiene para mi sentido, puesto que existe la intención de destacar un espacio/tiempo en el calendario anual para decirle al otro que ese día lo reserve para los oídos, que esté atento a su entorno sonoro, porque tal vez ese día todo aquello que considera ruido podría convertirse en un sonido, digo que quizás podemos usar este día para permitir nuevos sonidos y darle al ruido una oportunidad, pues como decía John Cage. Dondequiera que estemos, lo que escuchamos es, en su mayor parte, ruido. Cuando lo ignoramos, nos perturba. Cuando lo escuchamos, lo encontramos fascinante.
4 comments:
una nueva distinción muy interesante que aporta a nuestra cultura sonora, gracias!!
Esa es la idea Carolina, gracias por tu comentario ;)
Como siempre, muy inspirador. Me encantan tus reflexiones y tu investigacion tan centrada en la experiencia :) Tb me encanta la idea de comparar con fundamentos, es lo que haz hecho al diferenciar el oir y el escuchar.
Mi intención como Artista Sonora es poder comunicar a todo tipo de público, para poder contribuir a una conciencia sonora, de ahí la importancia de hablar desde la experiencia.
Una brazo ;)
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